viernes, 28 de octubre de 2011

Entrada 4 - Día 29

Treinta días antes del fin

Estuve rondando por allí un rato, intentando ver algo, pero la policía mantenía un cerco de seguridad y no dejaba que se acercara nadie, mientras los bomberos luchaban por intentar apagar el incendio, que parecía extenderse sólo… Estuve contemplando las llamas, que ya salían del edificio, se dejaban ver como serpientes que escapaban por las ventanas, sigilosamente, para después morder a sus víctimas. El humo y las llamas eran impresionantes…  lo cubrían todo.


El hotel tenía 5 plantas y era grande, opulento, uno de esos de 5 estrellas. En la tele había visto edificios de esos de 50 o más plantas, pero aquí en Valencia, aunque había edificios altos, lo normal era encontrar fincas de 5, 10, 15 pisos como mucho.

Los bomberos usaban sus escaleras para subirse a ellas  y desde allí enfocar mejor el agua. Las llamas salían por las ventanas de todos los pisos. Era increíble ver como se había propagado de rápido, estaba todo el edificio ardiendo. ¿Era eso posible?,¿ todo la finca a la vez ardiendo?


Con estos pensamientos iba a abandonar aquel lugar, cuando algo extraño pasó. Creí verlo exclusivamente yo, ¡lo vi!, pero no podía creerlo… Me pareció como si una de esas llamas que salían por las ventanas del segundo piso, tuviera vida y se alargara, como si se tratara de un látigo ardiente, hacia la escalera del bombero… este no vio ese extraño comportamiento, sólo que las llamas se le habían acercado y comunicó a sus compañeros que le alejarán del edificio. Después de eso, en esa ventana, por la que había visto las llamas cobrar vida me pareció ver algo, algo como unas sombras anaranjadas o amarillentas que se tornaban rojas, como dos bolas rojas pequeñas, como dos ojos incandescentes que se formaban en el interior de las llamas y me miraban, a mí y a todo lo que había alrededor….  Un escalofrío recorrió toda mi columna vertebral y me asusté…  tropecé y caí de culo. Mi mirada se apartó de esa ventana lejana y al volver a mirar ya no vi nada. Creí habérmelo imaginado todo. Seguro. Al menos me quería convencer de ello.

“Allí dentro no puede haber nada “vivo”” – Con esos pensamientos abandoné aquel escenario, moviendo la cabeza y mirando al suelo. Seguí mi recorrido hacia casa. Todo el día estuve dandole vueltas a lo que creí ver, pero terminé convenciéndome  de que lo había imaginado todo. Pero esa pequeña duda, revoltosa e inquieta, asomaba en mi mente continuamente, diciéndome que fue real, que allí había algo, había algo “realmente peligroso” y no me equivocaba…


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