miércoles, 2 de noviembre de 2011

Entrada 7 - Dia 28

Treinta días antes del fin


Olía a algo raro allí abajo… era un olor nauseabundo que se metía por la nariz y provocaba un profundo rechazo, como si una especie de ácido estuviera corroyendo tus fosas nasales… 

Aquello lo había olido antes, el año anterior. Ese año quise sacar algo de dinero y me fui en septiembre a un pueblo del interior valenciano, Utiel, creo que se llamaba. Era época de vendimia y entré a trabajar en una bodega de vino. Allí el mosto se dejaba fermentar en unos grandes depósitos metálicos que tenían que echárseles una especie de gas que llamaban sulfuroso, a mí siempre me tocaba echarlo, alguna vez había escapes y ese gas parecía quemarte al olerlo, aquel gas era parecido al olor que le acosaba ahora, en aquella semioscuridad… ese gas hacía que apartara la cara, que uno se volviera loco. Era a la vez repulsivo y corrosivo…. 

Mis piernas, cansadas por la carrera me dolían, sin embargo parecieron tener voluntad propia… simplemente giraron en dirección contraria a donde yo miraba y empezaron a correr de tal forma que creí haber batido algún tipo de record mundial, seguro.

Aquellas cosas me seguían, trotaban detrás de mí, con sus ojos rojos y sus cuerpos deformes ocultos en las sombras… en algún momento sentí algo rozarme la espalda, algo tocó mis tacones en mi carrera, pero seguí corriendo, seguí sin mirar atrás…. sentía su aliento, su olor cerca mío…. Pero yo no volví a mirar hacia atrás…. 

Estuve corriendo unos largos 5 minutos hasta que encontré unas escaleras que subían de nuevo a la ciudad… ese tramo se me hizo eterno, 250 metros hasta la salida de aquel lugar. Eran cerca de las siete de la mañana y los rayos del sol empezaban a asomar por el horizonte. Hasta ese momento, prácticamente era de noche… y aquellas criaturas tenían ventaja… la mayoría de farolas allí abajo, en el cauce, estaban rotas. Se trataba de un paseo con muchos árboles y hierba para poder tumbarte, algún campo de futbol pequeño y pistas de patinaje sobre asfalto… y allí estaban las escaleras y aquellas cosas me seguían… sentí como calor detrás de mí, como rugidos y después… nada. Todo desapareció y yo seguí corriendo hasta llegar arriba, y continué así otros 500 metros hasta que hube dejado muy atrás aquella zona… hasta que las piernas me fallaron y caí.

La caída sobre el asfalto fue dura y me raspé la rodilla y las manos… estaba enloquecido, estaba con el corazón latiéndome con muchísima fuerza… creía que en cualquier momento se me podía parar, creía que era mi final, sin embargo nada me cogió, nada se abalanzó sobre mí… sólo estuve allí tirado durante 10 minutos, llorando… llorando, sin poder pensar nada concreto…. Nada tenía sentido, nada.

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