martes, 1 de noviembre de 2011

Entrada 6 - Día 28

Treinta días antes del fin
Me desperté temprano, como todos los días. Al levantarme me hice mi desayuno y me conecté al ordenador. Tenía que hacer tests psicotécnicos, practicar un poco para las pruebas que tenía que hacer en unos días. 

El ejército tenía una página, donde de manera online podías practicar con pruebas iguales a los que tendría que pasar luego en las pruebas.  Eran entretenidos.
Había preguntas de reconocer figuras geométricas, para no se que de la visión espacial, preguntas de vocabulario, de atención, de memoria y un largo etcetera de rompecabezas y cálculos sin fin. Luego otras eran tests de personalidad, sociabilidad, etc…  El ejército se quería asegurar de no poner un fusil en las manos de un loco.

Con esto me entretuve gran parte de la mañana.  Oí a mi madre marcharse a las nueve, no sin antes darme un beso. La quería mucho.

No puse la tele ni los informativos, ni me conecté al tuenti (no quería saber del mundo), estaba en un estado mental tranquilo y quería seguir así.

Pasado un rato, decidí hacer unas cuantas flexiones, abdominales, unos estiramientos en el suelo de mi cuarto y luego salí a correr como siempre.

Valencia era un sitio especial, siempre me había gustado mucho. Mi madre siempre decía que era lo suficientemente grande para tener de todo y lo suficiente pequeña para poder ir andando a todas partes. 

Prácticamente toda la ciudad se vertebraba alrededor del antiguo cauce del río Turia, amigablemente, se seguía llamando el río, a pesar de que ya no pasaba por allí. Si querías ir a cualquier sitio de Valencia, una referencia válida siempre era: “el río a la altura de …” , “a la izquierda o a la derecha…”, así llegabas cualquier lugar.

Yo solía correr por el paseo que había al lado del cauce del río o por los parques que había abajo, en el cauce. Aquel día fui por arriba, viendo a la gente, el tráfico… era extraño, pasaban muchos coches de policía, ambulancias, coches de bomberos, no creía haber visto nunca tantos durante una semana en aquella ciudad. Iban en todas direcciones.
Si mirabas al cielo veías los fuegos, algo se estaba extendiendo por esa ciudad…  los humos se extendían por toda ella, más de una veintena de columnas negras se elevaban a mi alrededor en la lejanía… allí estaba pasando algo.

Aquel paseo, lejos de tranquilizarme, me volvió un poco más paranoico… estaba aterrado… la gente estaba extraña, asustada como yo… nadie sabía que pasaba, pero él ambiente general de la ciudad había cambiado, se veía crispación en la mayoría de rostros con los que me cruzaba por la calle… la imagen de aquellos ojos rojos volvió a mi cabeza…. Y entonces fue cuando lo sentí…

Algo me seguía, lo hacía de cerca, oía ruidos en las plantas cercanas al paseo, oía crujidos e incluso en algún momento detecté como un movimiento rápido, algo pasó por detrás de un banco, sólo noté el movimiento pero no llegué a ver nada, solo se que el miedo me invadió el cuerpo, mis piernas empezaron a celerar el ritmo de la carrera, bajé al cauce por una cuesta intentando cambiar el escenario para tranquilizarme y sin embargo esa sensación de ahogo, de ansiedad seguía aumentando. Cada vez oía más ruidos, notaba más movimientos, algo me seguía, muchas cosas lo hacían… y yo corría… pasé por debajo de un puente largo… allí abajo estaba todo oscuro y tuve que parar, el corazón no me daba más. Miré hacía atrás y no vi nada, pero lo oía, algo se arrastraba, algo me rodeaba y mis pulmones no podían , no podían más…. Mis piernas me dolían y en eso lo ví, una decena de ojos rojos aparecieron por los laterales del puente, entre las sombras… por las paredes, el suelo, en las esquinas, solo se veían esas bolas rojas, incandescentes y llenas de odio mirándome…

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